Sonoramente, podría gritar seguido, se lo oía parecido a un rebotar contra el aire.
Tal vez tenia alas.
Parecía transmitir una calidez semejante a la que se comparte cuando un niño apoya el oído en el pecho de su madre y su oreja fría se entibia veloz, y sutilmente, al paso de cada respiración.
Olía a primavera y sal.
Eso es lo único de lo que su espíritu, realmente daba certeza de.
Con una luz tenue y cálida muy cálida, esa noche a el lo asaltaba ese otro nuevamente. Lo reconoció con cierta sorpresa. Lo supo cálido, pero un tanto mas dañino que lo regular. Lo sintió compacto, y no tan fuerte. Olía a primavera y sal, y ahora si, podría estar gritando mucho mas alto, y mucho mas mudo, que lo regular. La irregularidad lo tensionaba, había escapado de ella antes y no deseaba volverla a ver. Sentía que la libertad emanaba de la comunión.
Dos planetas de una nebulosa casi boreal se desalinearon en ese momento debido a fuerzas que transitan lo inconocible y como un tronco embestido por la sudestada se sintió ceder, y rechinar.
Olía a primavera y sal, debía ser lo mismo aunque el lenguaje no fuera ni por asomo traducible.
Se levanto con la percepción de un gran salto y la nocion de que aun no se habia levantado. Se irguió nuevamente y esta vez si, si lo hizo. Un par de pies mas abajo, sus raíces se debilitaban. Cuanto mas se elevaba mas fuerte era el viento. Cuanto mas adentro iba, la tormenta mas crecía.
Tiene tanto miedo ahora como la primera vez que sintió aquello alado. Se inflama el iris claro y se conviene el caudal sangriento. La boca de su estomago volcánico no quiere abrirse, su espíritu desea que ese cielo y ese suelo sean uno y solo uno otra vez. No ve la grieta, no sabe donde pisar. La luz es intensa, tanto que no lo deja ser. Su intelecto conoce que esta luminiscencia desgarra. Domina los confines de la lógica y tiene desenlaces de carácter protector. Se agita y agita los miembros y de ellos sale humo. Un humo que huele a primavera sal y no a muerte. Todo es diferente.
Notó que el destello no era sol sino blanco fuego. Con la mirada al frente bendijo su entorno y su mazo de cartas de vida. Leyó tres frases de un libro transoceanico y durmió cuatro lunas en hibernacion energética.
El día de su renacer grabo en la orilla del rió mas cercano sus deseos mas profundos y los regalo a las piezas que componen la arena que oficio de lienzo para el con la soberbia de la transmutación. Vio las aguas de un mundo vecino reclamar sus ideas y entregarle el norte.
Entendió como aquello siempre era lo mismo, que lo irregular acá, era su piel.
Hacia mucho que no escribia y razonablemente estoy un poco oxidado pero hoy lo necesite. Las parafilias siempre me han servido para la mayor comprension de mi mismo.
Salút, Rodrigo Mendizabal.